16
Jul

¿Qué pasa si dejo mi empleo?

¿Cuáles son los detonantes que animan a plantearse una decisión de estas características?

Resulta curioso comprobar cómo a la pregunta ¿Qué harías si supieses que te quedan x meses de vida?, una gran mayoría de las personas contesta: “Dejaría mi trabajo y me dedicaría a lo que de verdad me gusta”. ¡Vaya! Si que resulta curioso que para unos meses estaríamos dispuestos a reenfocar nuestra vida laboral y sin embargo, no estamos dispuestos a hacerlo (o por lo menos no somos conscientes de que podemos plantearlo) cuando estamos hablando de los próximos, 10, 20, 30….años de nuestra vida.

Sin necesidad de llegar a situaciones extremas de vida o muerte, una clave bastante común es que las personas nos planteamos esta decisión cuando nos ocurre algún acontecimiento impactante: desde las cuestiones más relevantes relacionadas con la salud, hasta el tan habitual (en nuestros días) ERE, pueden existir toda una serie de alteraciones de nuestra vida cotidiana que desembocan en ese momento clave en que nos paramos a pensar en nuestro futuro.

En este sentido, el denominador común de todas estas situaciones: rupturas sentimentales, pérdida de seres queridos, amigos y conocidos en situaciones similares y un largo etcétera, está en que “POR FIN” nos paramos y nos hacemos determinadas preguntas clave, como por ejemplo:

¿Es esto lo que quiero hacer el resto de mi vida?

¿A dónde me lleva esto que estoy haciendo? ¿Quiero ir a ese destino?

¿A cuántas personas hace feliz lo que hago?

¿Cuánto me están pagando por renunciar a mis sueños?

¿Es una cuestión de edad o de trayectoria?

La respuesta a esas preguntas clave son diversas y, naturalmente, cada persona tiene que adecuarlas a su realidad. En este sentido, tanto la edad cómo la trayectoria profesional contribuyen a acumular cargas que hacen que, en un momento dado, la persona siente ese impulso de, por lo menos, hacerse las preguntas.

Existen diversos estudios que reflejan desde un 45% hasta un 65% de personas insatisfechas en el trabajo. Por otra parte, según algunas encuestas, más de 8 millones de trabajadores en España sufren alguna alteración de salud relacionada con el estrés, la ansiedad, la insatisfacción laboral, en definitiva el conocido como “burn out” (lo que viene siendo “estar quemado”, vamos)

Cada vez más personas, hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes, directivos y personal sin cualificación, en definitiva, sin distinción de “categorías” manifiestan estas alteraciones en una espiral que no parece tener fin. Parece evidente que es necesario un cambio en el modelo de vida, en el modelo de trabajo. Para ello, creo firmemente que ese cambio debemos iniciarlo desde nuestro interior.

El siglo XX fue el siglo de la cualificación profesional, de la producción a grandes niveles, de la reconstrucción mundial tras los dos grandes conflictos bélicos. Pero el siglo XX ya pasó y en el siglo XXI han entrado en juego nuevos paradigmas en nuestra vida: vivimos en la sociedad de la información, del conocimiento, en la que se valora el talento, la inteligencia emocional, la forma de hacer de las personas, su contribución al bien común; y sin embargo, muchos profesionales siguen atrapados en esa jaula de oro que supone tener un trabajo que no les genera satisfacción sólo por el miedo a desenterrar sus capacidades y potenciar sus talentos.

Vale, ya me he decidido y ahora ¿cómo se lo digo a mi jefe?

La importancia de una buena comunicación ante este momento clave es innegable. Cada persona elegirá el momento más adecuado y la forma de hacerlo. Creo que es importante adecuarse a los procedimientos formales que tenga cada empresa, cada compañía, puesto que algunos de ellos requieren de ciertos trámites que no tenemos porqué obviar.

Además de todo eso y como factor clave, lo importante es la confianza que tiene la persona en el mensaje que va a transmitir. Esa confianza tiene que ser real, sincera, fruto de un análisis personal y de una decisión soberana como ser humano.

También son importantes la sinceridad y el respeto. Demuestra honestidad consigo mismo y con la empresa que dejamos. No pasa nada por decir los motivos de nuestra marcha si se dice con respeto hacia la otra persona, independientemente de los motivos que nos impulsen al cambio. No parece muy aconsejable utilizar una comunicación de este tipo como amenaza velada del tipo: voy a decir que me voy a ver si me suben el sueldo. Lo importante es que esta decisión la tomo yo, con mi reflexión y mi decisión y con el convencimiento de que estoy tomando el camino correcto en mi vida.

¿Qué motivos son decisivos para dejar un empleo? ¿Cómo gestionarlo para que no dañen el prestigio profesional?

Vuelvo a incidir en lo que a mí me parece el punto clave de toda esta cuestión. ¿Qué quiero hacer con mi vida? A partir de ahí, las motivaciones pueden ser múltiples y tan variadas que pueden desembocar en un abanico inmenso de motivos. Una vez que la persona se ha contestado esa pregunta y tiene claro el camino que tiene que trazar para alcanzar sus metas, el resto sólo son cuestiones formales.

Naturalmente la pregunta clave no puede ni debe ser contestada desde lo que conocemos como un “calentón” Para evitar ese aspecto y que la respuesta sea producto de nuestra reflexión personal, autoconocimiento y autoconvencimiento, existen multitud de técnicas (meditación, retiros), herramientas y profesionales (coaches, asesores) que nos pueden ayudar en ese paso. La adecuada unión de todas ellas, estoy seguro de que lleva a los mejores resultados. Y existen muchas personas que lo han conseguido y que son prueba de que se puede hacer.

Y en cuanto al prestigio, creo sinceramente que el mejor prestigio de una persona es el que alcanza como ser humano y que cuanto más lo incrementa, menos le importa el resto de “prestigios” La entrega sincera a un proyecto que sale de dentro de uno mismo, sea profesional, personal, altruista, o de otro tipo, es el mejor reconocimiento como persona. Durante mucho tiempo hemos estado acostumbrados a pensar en forma de alternativas: ¿Prefieres ser el mejor… (abogado, economista, ingeniero…) o el mejor padre para tus hijos? Mi propuesta es que pensemos en forma de: Voy a dar lo mejor de mi como…(abogado, economista, ingeniero…) Y también lo mejor de mí como padre para mis hijos.

Y es muy importante que nadie se quede sin saberlo. Si estamos iniciando un nuevo camino, un nuevo proyecto, una nueva vida en definitiva; si lo estamos iniciando desde el corazón, el entusiasmo, la entrega; si lo hacemos convencidos de que esto es lo mejor para nosotros, para los que nos rodean, para el mundo; ¿por qué no lo vamos a proclamar a los cuatro vientos?

¿No va siendo hora de que cada uno de nosotros pensemos en todo ello y dejemos de vivir en nuestras jaulas de oro y en nuestros miedos?

Pues sólo hay un día en el que puedes empezar a hacerlo: se llama HOY

2 comments

  1. Pedazo artículo, sí señor.

    Debemos creer primero de todo, en nosotros mismos y cuidarnos, estudiar la situación y perseguir nuestros sueños hasta poder realizar aquello que nos hace vibrar.

    Que importante es levantarse cada mañana orgulloso de uno mismo y feliz, siempre con un proyecto entre manos. Eso es lo que nos ayuda a avanzar y sentirnos plenos.

    Creo que realmente es posible realizar ambas cosas, ser un buen profesional en lo que te hace disfrutar y por supuesto un buen padre.

    Me encanta el carácter del blog. Un fuerte abrazo.

  2. VICENTE ARIZA 16/10/2015 en 09:19

    Muy buen comentario Juanjo. Enhorabuena

Pingbacks